“La dignidad humana es inviolable. Será respetada y protegida”. Así reza el artículo 1 de la Carta de Derechos Fundamentales de la UE
“Toda persona tiene derecho a la vida”, dice el artículo 2. No se refiere a la dignidad ni a la vida de los europeos, sino a la de todos los seres humanos.
Los eurodiputados no sólo estamos en el Parlamento para representar a los europeos. También estamos para defender los derechos humanos en todo el mundo. No lo olvidemos nunca: el proyecto euroepo está ligado a un periodo devastador de nuestra historia marcado por los totalitarismos, la guerra y el holocausto. El deseo de vivir en paz con nuestros derechos y libertades garantizadas nos llevó a construir las instituciones europeas.
Contribuir a garantizar los derechos humanos en todo el mundo no es sólo nuestra obligación moral: es también nuestro interés. En un mundo más justo, donde las personas pueden vivir sus vidas en libertad y prosperar con su esfuerzo, todos estaremos más seguros, todos nos beneficiaremos.
Por eso debemos conseguir que Derechos Humanos deje de ser una subcomisión del Parlamento Europeo -de la que formo parte- dependiente de Política Exterior para convertirse en una comisión de pleno derecho con mayor capacidad de decisión. Subordinarla a otra área dice ya mucho de la prioridad que se le confiere.
Los derechos fundamentales tienen que estar en el eje de la política exterior europea. Si negociamos con un país no podemos centrarnos sólo en los negocios, en las cuentas de resultados. La UE tiene que usar su gran influencia para que los derechos humanos se extiendan por todo el mundo.
Trabajar en la subcomisión de Derechos Humanos me permite entrar en contacto con muchas de las personas y organizaciones más valiosas que se pueda conocer. Gente que, en muchas ocasiones, se juega la vida en defensa de los más débiles o de las causas en las que creen.