24 Ene La democracia excluyente
Artículo publicado en ABC el 24/01/2019
La tentación de excluir a partidos y votantes siempre ha existido en democracia. En abstracto, se asume que el pluralismo es un valor esencial del orden político y la convivencia uno de sus objetivos irrenunciables. Existe la posibilidad de ilegalizar partidos, pero bajo condiciones muy estrictas. Pero luego llega la competición electoral. En un mundo ideal, el debate público sería una honesta discusión sobre hechos y programas. En la práctica, pocos evitan la tentación de caricaturizar o incluso difamar al rival. Lo peor sucede cuando se le niega la legitimidad para participar en el juego político y su contacto se considera contaminante.
Sostengo que la democracia tiene derecho a defenderse a sí misma. La ilegalización de partidos que apoyan al terrorismo está totalmente justificada desde un punto de vista normativo. No sería aceptable defender una política de limpieza étnica o la desaparición de toda propiedad privada, por poner dos ejemplos extremos.
Sin embargo, la mayoría de las veces no nos enfrentamos a ejemplos extremos, sino a ideas que, simplemente, no compartimos. A mí no me gusta el nacionalismo y estoy en contra de la autodeterminación de Cataluña. Pero si me opongo con todas mis fuerzas a los partidos que la defienden no es por las ideas en sí mismas, sino por cómo las han defendido: fuera de la legalidad. Los secesionistas intentan excluir a la mitad de la población catalana y privar de sus derechos constitucionales a cuarenta millones de españoles.