Bienvenidos al Convenio de Estambul

24 Nov Bienvenidos al Convenio de Estambul

Artículo  publicado en el Diario Vasco el 24/11/2014

La noticia de la entrada en vigor del Convenio de Estambul el pasado 1 de agosto me pareció un extraordinario aliento de cambio. Por primera vez, la violencia contra las mujeres y la violencia intrafamiliar eran consideradas como una grave violación de los derechos humanos y una forma de discriminación, de la que los estados son responsables si no responden de manera adecuada. De manera clara e inequívoca, se establece que no es aceptable ninguna forma de violencia contra las mujeres. Ninguna. Y que la ley debe perseguirla cuando se produce.

Ese 1 de agosto, yo estaba con Setara.

Setara es una muchacha afgana de 23 años a la que, en el mes de diciembre pasado, su marido de 51 le rebanó la nariz y los labios y le machacó la cabeza con una piedra.Setara significa estrella. Y ella lo es: vivaz, menuda, luminosa, coqueta bajo su inseparable pañuelo de color butano del que asomaban unos mechones negrísimos. Muy joven bajo las heridas, la prótesis nasal, la tumefacción y el terrible amasijo de puntos y cicatrices. No sabe leer ni escribir y solo habla parsi, pero tiene una inteligencia deslumbrante. Es pura energía e ingenio. A Setara la comprometieron (la vendieron) a los siete años y la casaron a los nueve con Azim, el animal que la mutiló premeditada y salvajemente porque no quiso darle los 200 afganís que ganaba lavando ropa para que él pudiera comprar droga. La arrastró a una habitación, le golpeó en la cabeza repetidas veces con una piedra, la sentó en sus rodillas sujetándole los brazos, y con un cuchillo de cocina le cortó la nariz y los labios y le marcó el pecho de lado a lado. La dejó desangrándose y huyó.

Cuando tenía once años, Setara tuvo a su primera hija, que ya ha cumplido doce. La niña fue quien le salvó la vida, porque buscó ayuda en medio de aquella noche del 13 de diciembre en que los gritos de su madre rompieron el cielo de Herat. Junto a sus tres hermanas de nueve, cuatro y dos años, se quedaron allí al cuidado del Gobierno cuando el ejército español la trajo a Madrid en julio para reconstruirle el rostro. Tuve el privilegio de acompañarla durante los casi tres meses que permaneció ingresada en el Hospital Militar, y de conocer en ese tiempo su historia, y la de algunas otras víctimas de brutales agresiones con las que compartí muchas horas de charla, risa y alguna que otra lágrima…

Adoptado en Estambul por los 47 Estados miembros del Consejo de Europa el 11 de mayo de 2011, este Convenio constituye el primer tratado europeo que aborda específicamente la violencia contra las mujeres y la violencia intrafamiliar. Al aceptar el Convenio, los gobiernos se obligan a cambiar sus leyes, a introducir medidas efectivas y a destinar recursos para prevenirlas y combatirlas de forma efectiva. Es un hito histórico en la lucha para erradicar la violencia contra las mujeres, porque compromete a cada Estado que lo ratifica a detectar, prevenir y eliminar la violencia contra niñas y mujeres en todas sus manifestaciones: desde el maltrato doméstico hasta el matrimonio forzado, la mutilación genital femenina o la trata con fines de explotación, y a adoptar tanto medidas legislativas como punitivas.

Solo ocho Estados Miembros de la Unión Europea lo han ratificado hasta la fecha: Austria, Dinamarca, Francia, Italia, Portugal, Suecia, Malta y España.  Otros catorce lo han firmado pero no ratificado. Pero seis ni siquiera lo han firmado aún: Bulgaria, Estonia, Chipre, la República Checa, Irlanda y Letonia. Sí, Letonia, la próxima presidencia de la Unión Europea.

No deja de resultar sorprendente el desigual compromiso de la Unión, en especial cuando, este mismo año, la Fundamental Rights Agency (FRA) publicó su informe sobre violencia contra las mujeres en los 28 Estados Miembros y reveló que un tercio de las europeas declaran haber experimentado violencia física o sexual desde los 15 años. En casa y en el trabajo. En público y en la intimidad. En vivo y online.

Me pareció evidente entonces que se trataba de una batalla que había que dar, de forma inequívoca, desde el Parlamento Europeo, al que acababa de incorporarme, y sin duda desde la Comisión de Mujer, de la que ya era miembro.

Desde entonces, ya hemos dado algunos pasos importantes en ese sentido: en septiembre, el Consejo de Europa, en colaboración con el Ministerio de Asuntos Exteriores y la Cámara de Diputados de Italia, organizó una conferencia en Roma para celebrar la entrada en vigor del Convenio de Estambul, en la que participabanparlamentos, instituciones y autoridades nacionales, ONGs, sociedad civil y medios, y la FRA como institución europea. Era primordial que el Parlamento Europeo formara parte de este acontecimiento decisivo, de modo que asistí para escuchar, conocer y ofrecer un claro compromiso de colaboración. Y el pasado 19 de noviembre, en la sede de Bruselas, tuve el privilegio de organizar y compartir un acto de debate y compromiso con el proceso de ratificación que significa sin duda un nuevo avance en este proceso.

La celebración del Día Internacional contra la Violencia de Género el 25 de noviembre supone un momento excelente para recordar que tenemos una gran oportunidad de lograr un objetivo concreto, valioso e irrenunciable desde el Parlamento Europeo: liderar el proceso de firma y ratificación por parte de todos los Estados Miembros de la UE. No hay ninguna razón que justifique que 20 de sus 28 miembros no hayan ratificado aún una herramienta más avanzada, inclusiva y legalmente vinculante, un instrumento de tan amplia cobertura y profundidad como es el Convenio de Estambul.

Como referente de la defensa de la democracia y los derechos humanos en el mundo, es imprescindible que Europa tenga una voz unánime. Unánime en el rechazo, la persecución y el castigo de la violencia contra las mujeres. Unánime en el debate público de calidad que incorpore de manera expresa y decisiva a los hombres. Y unánime en el impulso y la implantación de medidas políticas y legislativas que promuevan la igualdad.