22 Jun Es fácil perderse en el Parlamento Europeo
Éste es uno de los avisos más repetidos para los que estrenamos legislatura como eurodiputados. Es muy cierto, y así lo he podido comprobar en mi primer viaje a Bruselas: las inmensas instalaciones, los trámites obligados, los pasillos, los ascensores y las salas… Los amplios comedores de bandeja de plástico y mesa corrida, los despachos minúsculos, las cajas de los que llegan y los que se van amontonadas en las puertas… son solo una parte de lo que significa no perderse. Pero para eso están las señalizaciones, los códigos de orientación y los funcionarios con su exquisita atención a los recién llegados.
Más difícil es mantener la brújula bien orientada para saber estar en todo momento donde hay que estar, política e institucionalmente.
Además de cumplir con las imprescindibles gestiones de acreditación (esa gymkhana de papeles, firmas, declaraciones de intereses, cumplimentación de currículum, apertura de cuenta de correo, información exhaustiva de qué, cómo, cuándo y con quién debe actuar cada eurodiputado, la bendita tarjeta azul que te identifica como MEP), la razón clave de esta primera visita al Parlamento Europeo era estar presentes en la votación para la incorporación de nuevos miembros al grupo de los Liberales y Demócratas Europeos (ALDE). No voy a extenderme en los detalles sobre cómo se desarrollaron los prolegómenos y la conclusión del mismo, pues, como es habitual, desde UPyD hemos dado cumplida información. Pero sí me parece relevante destacar que supuso una primera y definitiva prueba de ese reto que indicaba al principio: saber hacia dónde vas, estar donde debes, no perderte.
La necesaria aclaración previa sobre elementos no previstos que iban a incorporarse a la votación inmediata requirió una posición firme de los cuatro eurodiputados de UPyD que allí nos encontrábamos. Un poco de tensión, cierta confusión en los pasillos, los medios españoles apelotonados. La aprobación de la declaración escrita del presidente de ALDE, Guy Verhofstadt, que recogía las condiciones planteadas por UPyD para su entrada en el grupo, suponía de facto un definitivo bloqueo a los afanes de apoyo o respaldo descuidado en Europa al soberanismo. De nada sirvieron las desesperadas andanadas de infundios y fabulaciones del eurodiputado de CDC tras el Black Friday previo en que reconoció la irremediable caída de la consulta. Y fue tal el entusiasmo con el que Ciutadans se sumó al compromiso que Verhofstadt había suscrito con UPyD, que acabó por engullirlo y declararlo alegremente suyo. Pudo influir también que Javier Nart no estuviera presente y no pudiera repetir in situ lo que, apenas unos días antes, había declarado: «UPyD, por afán de protagonismo, ha puesto en riesgo una cuestión de Estado: las condiciones de entrada en ALDE. Es el mejor aliado de CDC«. Cosas de la desmemoria o de la «realidad aumentada»…
Lo importante es que la declaración explícita «a favor del mantenimiento de la integridad territorial de los Estados miembro» estaba ahí, y que el grupo aceptaba mayoritariamente la incorporación de las nuevas formaciones políticas.
Al día siguiente, la primera reunión del nuevo grupo ALDE significó no solo comenzar la dinámica de trabajo en un contexto plurinacional y diverso (67 miembros de 20 países) sino constatar la importancia de contar con el mejor instrumento para defender el interés general. Amabilísima bienvenida a los nuevos, calurosa despedida a los salientes. A mi alrededor, compañeros checos, franceses, holandeses. Plan de trabajo, próximas cuestiones que afrontar, establecimiento de prioridades (mensaje, objetivos, áreas de trabajo orgánico e institucional) y claves de funcionamiento interno del grupo (comisiones, grupos de trabajo, coordinadores).
Preocupaciones coincidentes, inquietudes compartidas: nuestra responsabilidad en comunicar a la ciudadanía que hacemos lo debido, que representamos sus intereses. Empeño y determinación en políticas de creación de empleo y lucha contra la pobreza. necesario impulso a la visibilidad y participación de las mujeres en las instituciones europeas y en los órganos del propio grupo (por cierto, casi paritario: 61% de hombres, 39% de mujeres. UPyD destaca con su 50%-50%…).
En el Parlamento Europeo es fácil perderse: las comisiones, las delegaciones. Los micrófonos. Los puestos. Los micrófonos. Asegurarnos, sí, de contar con todos los instrumentos, como lo es formar parte de un gran grupo parlamentario europeo, para hacer las mejores políticas e impulsar programas. Pero en ningún caso utilizarlos, por cierto, para obtener cargos.
Déjenme introducir una nota aclaratoria que considero resulta de interés informativo: constituir «delegaciones nacionales» dentro de un grupo sirve exclusivamente para optar a más puestos, no para hacer mejores políticas. Responde a un interés particular, no sirve para defender mejor el interés general.
Es una práctica habitual que todos los partidos de un Estado miembro dentro de un grupo creen una «delegación nacional» para así optar a más puestos (presidencias y vicepresidencias de grupo y de comisiones, etc.) de aquellos que corresponden al grupo en cuestión. Cuantos más diputados hay en una delegación, a más puestos se opta en el reparto. Luego, cada delegación nacional distribuye dichos puestos entre los diputados que han conformado dicha delegación.
Si atendemos al caso de España en el grupo ALDE, resulta obvio que no es planteable una «delegación nacional» con UPyD, Ciutadans, CDC y PNV, dadas nuestras propias particularidades nacionales. Igual de implanteable es, por tanto, crear un «subdelegación nacional» como en los medios dice proponer Ciutadans a UPyD, dado que la única finalidad de ese artificio sería obtener más puestos en el reparto. Ambos partidos estamos ya en el grupo, y desde luego podremos trabajar juntos en desarrollar iniciativas políticas relevantes. Pero, para defender y cumplir el programa, que es por lo que los ciudadanos nos han votado (a partir de la experiencia práctica de que lo cumplimos siempre allá donde vamos a representarlos), a UPyD no le hacen falta más cargos… ni podemos negociar cómo cumplir ese programa con quien tiene uno tan diferente.
Como les decía: no hay que despistarse, porque en el Parlamento Europeo es fácil perderse.
El mejor GPS, repetirse cada día: ¿por qué y para qué estamos aquí? Para defender el interés general de 500 millones de ciudadanos. Para cumplir la palabra dada.