09 May En el día de Europa: la alegría del ciudadano libre
«Europa no se hará de una vez ni en una obra de conjunto: se hará gracias a realizaciones concretas, que creen en primer lugar una solidaridad de hecho» – Robert Schuman, 9 de mayo de 1950
Hace hoy 64 años, el ministro de Exteriores francés, Robert Schuman, proponía la creación de la Comunidad Europea del Carbón y del Acero. El proyecto en sí tenía ambiciones modestas, pero Schuman sabía, y así lo explicó, que se trataba de la primera piedra de algo mucho mayor. Cada 9 de mayo, recordamos la Declaración de Schuman y celebramos el día de Europa.
En la frase que encabeza este texto está la guía de lo que se ha llamado la construcción europea. Por una parte, la necesidad de ir avanzando paso a paso. Por otra, el valor de la solidaridad. Y por encima de todo, un objetivo común, una utopía realizable, como le gusta decir a Mario Vargas Llosa. En la retórica de Schuman, como en la de otros padres de Europa, había mucha apelación a las naciones. La primera obsesión era la paz. Y ese fue también su primer gran éxito. Hoy, nos resulta sencillamente inconcebible una guerra entre países miembros de la Unión.
Pero la verdadera solidaridad no se da nunca entre naciones, sino entre ciudadanos. Nunca ha habido duda sobre ello: ningún país podía entrar en las Comunidades Europeas si no estaba formado por ciudadanos. Por eso España, Grecia o Portugal estuvieron excluidas durante sus dictaduras. Porque sus regímenes sólo admitían súbditos. Europa debía ser un espacio democrático, y en democracia la solidaridad es siempre, digan lo que digan los nacionalistas, un pacto entre hombres y mujeres libres. Es decir, entre ciudadanos.
Un hombre libre, una mujer libre, es siempre una persona alegre. Las cosas pueden irle mal. Podrá equivocarse, podrá ser víctima de la traición o sufrir el castigo del azar. Pero si se sabe libre, sentirá que puede cambiar la realidad, su realidad. Sabrá que no es un guijarro en la playa al que las olas llevan de un lado para otro, sin control alguno sobre su destino, ni siquiera sobre su forma o su color. Tendrá la fuerza necesaria para levantarse cada vez y pensar: «qué puedo hacer, cuáles son mis opciones».
Su principal enemigo será la soledad. Si nadie le acompaña, su alegría terminará extinguiéndose y cada piedra en el camino le parecerá una montaña. Por eso la solidaridad es imprescindible para que existan personas libres. Porque cada uno de nosotros, aisladamente, tendríamos que ser auténticos héroes para cambiar las muchas cosas que no nos gustan. Unidos a nuestros iguales, en cambio, podemos ser imparables.
Como suele decir Francisco Sosa Wagner, Europa no exige héroes. Pero sí exige ciudadanos, hombres y mujeres libres e iguales unidos por la solidaridad. Las realizaciones concretas como la antigua CECA o la tan necesaria Unión Fiscal, tal vez no estén a su alcance directo. Pero sí lo están las urnas. Nada más concreto que una papeleta electoral metida en su sobre y depositada en la urna. Nada más alegre que votar a un proyecto en el que cree, a quien no le ha decepcionado.
En estos tiempos de incertidumbre, los viejos partidos políticos se desgañitan tratando de que les voten aquellas personas a las que llaman «los nuestros». Cuánta miseria se acumula en esas dos palabras. Los nuestros. El hombre libre no se reconocerá nunca en ellas porque no le aluden a él, no invocan al ciudadano, sino al súbdito. El PP/PSOE -ya se piden los votos mutuamente- no esperan que les voten por sus aciertos ni por sus propuestas, sino a pesar de sus errores y de sus delitos.
Ayer, en el acto que abría la campaña de Unión Progreso y Democracia para las elecciones europeas del 25 de mayo, Rosa Díez pidió el voto para su partido con un llamamiento a todos esos hombres y mujeres a los que no les gusta lo que ven pero no se sienten capaces de cambiarlo. Derrochando pasión, apeló al libre albedrío que convierte al súbdito en ciudadano. No invocó a «los nuestros», porque UPyD no los tiene. Es un partido para todo el que quiera sumarse. Es un proyecto hecho de esas «realizaciones concretas» que decía Schuman, expresadas en sus iniciativas institucionales y en su programa electoral. Un proyecto con un apoyo creciente entre hombres y mujeres libres (Azúa, Peri Rossi, Trapiello…). Un proyecto que tiene a la solidaridad entre ciudadanos, a la vez, como su combustible y como su objetivo.
Es la ciudadanía lo que se tambalea en España y en Europa. La igualdad y la solidaridad están amenazadas ante la complacencia de unos viejos partidos ensimismados en su corrupción. Es natural sentirse en ocasiones abrumado, impotente. Pero el 25 de mayo todos tenemos la posibilidad de recordar al bipartidismo que no somos «los suyos», que no somos súbditos, sino ciudadanos libres conscientes de nuestro poder. Si acudimos a las urnas con esta convicción y sabiéndonos acompañados, dejaremos atrás la impotencia y el pesar. No en vano adoptó Europa como uno de sus símbolos oficiales la novena sinfonía de Beethoven: el himno de la alegría.