2018: El año que Europa vivió peligrosamente

26 Dic 2018: El año que Europa vivió peligrosamente

Artículo publicado en La Razón el 22/12/2018

Cuando llegué al Parlamento Europeo en 2014, muchos de los problemas que vivimos ahora en Europa ya estaban presentes. Y, sin embargo, me habría sido difícil imaginar que cuatro años después la política europea iba a estar marcada por ciertos acontecimientos. El principal de los cuales, a mi juicio, ha sido la negociación del brexit, que por fin se ha sustanciado en un acuerdo. El caos y la crispación actuales es lo único que los nacional-populistas están en condiciones de ofrecer. Lo único sensato es organizar una nueva consulta con dos opciones: el acuerdo entre Londres y los 27 o permanecer en la UE.

El otro gran asunto europeo ha sido la inmigración. Todo comenzó con la crisis de los refugiados, pero ha sido en 2018 cuando el debate ha alcanzado su punto más alto, precisamente en el año en que se han desmoronado las solicitudes de asilo. ¿Sorpresa? En absoluto, el debate migratorio es sólo una excusa para activar políticamente los instintos xenófobos, sólo así se explica la psicosis existente en países como Hungría, donde apenas hay inmigrantes. En parte, lo que está ocurriendo es responsabilidad de la izquierda, con su retórica banal y sus políticas de identidad. La Unión ha fracasado en dotarse de una política migratoria común. Es el punto más débil de los europeístas.

En estas condiciones, hemos revivido el temor al crecimiento de los partidos nacional-populistas. En 2017 respiramos tranquilos tras la derrota de Le Pen en Francia y la de Wilders en Países Bajos. Pero este año hemos asistido a los graves problemas internos de Emmanuel Macron en Francia y al anuncio de Merkel de que esta será su última legislatura en primera línea. Al mismo tiempo, Italia se dio un gobierno abiertamente populista y xenófobo cuya cabeza más visible, Mateo Salvini, actúa con la bravuconería de un Trump mediterráneo.

Pero el empuje populista debe ser matizado. Ellos también sufren derrotas. Entre las mejores noticias de este año ha estado la renuncia del gobierno polaco a sus planes para controlar el poder judicial tras la intervención de las instituciones europeas. El presidente húngaro, Víktor Orbán, se enfrenta a una ola de descontento mayor incluso que la que atosiga a Macron, aunque no sea tan publicitada. Italia, después de amenazar e insultar a Bruselas, ha tenido que pasar por el aro y ajustar sus presupuestos a lo tolerable.

En dos campos clave Europa ha dado pasos nada despreciables: avanzan los planes para reforzar la política de defensa y seguridad común, algo esencial si queremos que Europa tome el liderazgo democrático y liberal que Estados Unidos ya no desea para sí, además de decisivo en la época de los ciberataques y la desinformación. También hemos tenido éxitos importantes en comercio: hemos firmado el tratado con Japón y estamos cerca de cerrar otro con Mercosur. Así mismo, considero un éxito la capacidad demostrada para frenar los abusos fiscales y anticompetitivos de los gigantes tecnológicos como Google o Facebook, así como la nueva normativa europea para la protección de datos.

El debate feminista ha recorrido todo Occidente y Europa no ha quedado al margen. Lamento cada día que no sea tanto un debate sobre hechos como de posiciones ideológicas. Los que defendemos un feminismo liberal, centrado en los datos y con los derechos y libertades individuales como brújula, debemos hacernos oír frente al feminismo que se pretende oficial, que prefiere el enfoque identitario sin darse cuenta de que sólo sirve para alimentar a la extrema derecha. Sin embargo, desde el Parlamento Europeo observo cómo se dan pasos, tal vez cortos pero decididos, contra la desigualdad de las mujeres.

En política internacional, Europa sigue buscando su lugar después de que Donald Trump pusiera en cuestión las viejas alianzas. Para mí, sin embargo, éste ha sido el año en que Venezuela ha tocado fondo. La crisis humanitaria es ya un problema regional, como pude ver en la frontera con Colombia. Las sanciones contra los jerarcas del chavismo y la denuncia ante la Corte Penal Internacional por crímenes de lesa humanidad han sido parte de la respuesta democrática, aunque me gustaría que la UE tuviera más protagonismo y más firmeza, por no hablar del actual Gobierno de España.

Y, hablando de España, es inevitable mencionar la cuestión catalana, en especial para subrayar el desinterés europeo en la cuestión. No lo celebro, creo que el intento de golpe es un problema europeo y sigo trabajando para lograr que así lo vean las autoridades de la Unión, pero en cualquier caso los secesionistas no han logrado su absurdo propósito de poner a Europa de su parte.

En mayo de 2019 hay elecciones al Parlamento Europeo. De ellas puede salir una Europa en repliegue nacional, cerrada al mundo y temerosa; o bien una Europa más fuerte decidida a ocupar el hueco que Estados Unidos está dejando en materias clave como comercio o defensa. Si los europeístas sabemos articular un mensaje atractivo, estoy segura de que los ciudadanos elegirán la vía de la democracia liberal, la cooperación y la apertura.

Beatriz Becerra es vicepresidenta de la subcomisión de Derechos Humanos en el Parlamento Europeo y eurodiputada del Grupo de la Alianza de Liberales y Demócratas por Europa (ALDE). Acaba de publicar Eres liberal y no lo sabes (Deusto).