21 Nov Discurso de agradecimiento por el Premio Cambio16 a los Derechos Humanos

Señoras y señores, querido Gorka,
Recibo sinceramente agradecida este reconocimiento. Pero tengo la convicción de que se tata en realidad de una señal inequívoca de apoyo y alineamiento común con la Declaración Universal de Derechos Humanos cuyo 70 aniversario celebraremos en unos días.
Es obvio que vivimos tiempos inciertos en la política, tiempos marcados por el empuje de líderes de corte nacional-populista que arremeten contra el orden multilateral surgido de la posguerra mundial y contra sus principales instituciones, especialmente contra la Unión Europea. El principal representante de esta tendencia es Donald Trump. Y el mensaje que oímos desde Washington, pero también desde Caracas, Budapest y Varsovia, y por supuesto desde Moscú y Pekín, es muy simple: “nadie desde fuera puede decirnos qué hacer con nuestros gobernados”.
Pero ese discurso, como todos los que constituyen la narración nacionalpopulista, es falso. Completamente falso. La propia naturaleza de los Derechos Humanos exige que se defiendan en cualquier lugar donde estén siendo amenazados o vulnerados. Esto significa que los Estados no pueden hacer lo que quieran con sus ciudadanos. Nuestro contrato con el multilateralismo implica que las instituciones internacionales deben velar por el cumplimiento de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Y que ningún país firmante puede desentenderse de sus vulneraciones. En particular, la Unión Europea tiene la obligación de situar los Derechos Humanos como faro y prioridad de su política internacional, pues éste y no otro es el corazón del marco legal y de valores que nos une.
Les recomiendo mucho un libro llamado Calle Este-Oeste, de Philippe Sands. En él se cuenta la historia de los dos supervivientes judíos, ambos juristas, que, con tanta visión y esfuerzo como dificultades, lograron establecer las bases de los conceptos de genocidio y crímenes contra la humanidad. Ambos creían que hay delitos que trascienden las fronteras nacionales y nos interpelan a todos. Y trabajaron desde el campo del derecho para que se pudieran perseguir las peores consecuencias de la tiranía.
Se oyen muchas voces (o más bien voces muy estentóreas) que piden un repliegue. Que exigen que nos centremos en nosotros mismos y nos olvidemos de los demás. Pero, al mismo tiempo, también crece la indignación ante los abusos aberrantes de Estados autoritarios como Venezuela o Arabia Saudí.
Yo creo que Europa, que nosotros los europeos, debemos escuchar a las segundas y no a las primeras. Debemos combatir el nacional-populismo en campo abierto, debemos defender los valores que dan sentido a la Unión, debemos conservar las conquistas de las últimas décadas y progresar hacia un mundo más unido, verdaderamente global bajo los principios de la democracia liberal. Europa debe asumir el liderazgo del mundo libre que Trump ha abandonado con su nacionalismo reduccionista y estéril. Y no tengo la menor duda: para ser democrático, el siglo XXI puede y debe ser europeo.
Muchas gracias por apoyar la causa de los Derechos Humanos.