17 Abr Desinformación: más que un problema de seguridad

Artículo publicado en elconfidencial.com el 17/04/2018

Si algo tenemos que agradecer al presidente de Rusia, Vladimir Putin, es que haya colocado el problema de la desinformación en un lugar destacado de todas las agendas políticas de Occidente. La implicación rusa en la elaboración y propagación de noticias falsas ha hecho que salten las alarmas en los centros del poder y de la seguridad. Se ha visto como lo que es: parte de una estrategia hostil con la que Moscú pretende librar esta especie de nueva Guerra Fría. Dada la fuerza claramente disminuida de la Rusia de hoy en comparación con la Unión Soviética de antaño, a Putin no le queda otra que las amenazas mixtas, que reservan las acciones militares para su entorno más cercano mientras trata de desestabilizar Occidente mediante la intoxicación propagandística adaptada al entorno digital del siglo XXI.

¿Y por qué tenemos que agradecer al presidente ruso esta forma de agresión? Porque, a mi modo de ver, el problema de la desinformación ni es nuevo, ni se limita a las noticias falsas ni es solo un problema de seguridad, sino algo mucho más peligroso. La actual desinformación no funciona igual que las mentiras de toda la vida. Ahora no se trata tanto de engañar como de sembrar desconfianza entre los ciudadanos. No es necesario que se crean aquello que el equipo de Trump llamó “hechos alternativos”, basta con que dejen de creerse los hechos reales, sin apellidos. Cuando no sabemos a quién creer, nos inclinaremos por la versión que mejor se acomode a nuestros propios prejuicios o que confirme lo que ya pensábamos. Cuando esto sucede, aumenta la polarización, se resiente la convivencia y prosperan los populismos. Punto para el Kremlin.

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