La desigualdad de género afecta a la salud de las mujeres

08 Nov La desigualdad de género afecta a la salud de las mujeres

Hoy he tenido el honor de presentar el panel sobre desigualdad de género en salud dentro del Quality Research and Innovation through Equality, organizado por la comisión de Derechos de la Mujer junto con el Gender Summit. Esta ha sido mi intervención previa a la presentación de las participantes:

Buenos días a todos y bienvenidos. Muchas gracias a todos por estar hoy aquí. Es para mí un honor presidir este panel, junto con la Sra. Damonse, “co-presidenta honoraria” del mismo.
Cuando en la sociedad se habla de desigualdad de género se suele pensar en diferencias de salarios o en relevancia pública. También se asocia con la violencia física y psicológica. Pero pocas veces se hace referencia a la salud. Este panel afronta las desigualdades de género en materia de salud, un tema acerca del cual soy ponente de un informe en el Parlamento Europeo.
La salud es más que no enfermar. Es según la Organización Mundial de la Salud, «un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades». Por tanto, la desigualdad entre hombres y mujeres es una cuestión de salud. Es, literalmente, una cuestión de vida o muerte.
Las diferencias biológicas hacen que mujeres y hombres tengamos distintos problemas de salud. Los hombres no pueden sufrir endometriosis, por poner un ejemplo evidente. Pero esta diferencia física no explica nada por sí misma. Lo que debemos preguntarnos es si se presta suficiente atención a la endometriosis o si existen programas adecuados para su prevención y cura. Debemos preguntarnos si se invierte suficiente en investigar nuevos tratamientos. Si extendemos estas preguntas a cualquier otra afección la respuesta es que sólo las diferencias de género explican que se destinen más medios contra la impotencia masculina que contra males como la endometriosis.
El acceso a medicamentos ya existentes es desigual, lo que genera mayores riesgos para las mujeres. Este es un problema especialmente grave en los países en desarrollo, donde a unos servicios sanitarios deficientes o inexistentes se une la mayor vulnerabilidad y marginación de las mujeres, en especial de las niñas. Como miembro de la comisión de Desarrollo, he conocido de primera mano la falta de atención en materia de salud sexual y reproductiva de millones de mujeres en todo el mundo. Pero también ocurre en el primer mundo. Los recortes en sanidad que han sufrido los sistemas de bienestar europeos han golpeado más a las mujeres que a los hombres.
La investigación sanitaria sigue sin tener en cuenta de forma adecuada las diferencias entre hombres y mujeres. A pesar de que constituyen más de la mitad de la población, la investigación biomédica sigue basándose, en demasiadas ocasiones, en la suposición de que las mujeres y los hombres son fisiológicamente iguales en todos los aspectos a excepción de sus aparatos reproductores. Aquí, el problema de la desigualdad de género se contempla en toda su perspectiva: ¿cuántas mujeres dirigen empresas farmacéuticas? ¿Cuántas hay en los consejos de administración? Suponer que esta infrarrepresentación afecta a los objetivos de la investigación biomédica me parece más que una hipótesis.
Pero tal vez donde mejor se observa la desigualdad de género sea en la salud mental. Se aprecia particularmente en los índices de trastornos mentales comunes como la depresión y la ansiedad. La depresión y la ansiedad tienen una presencia casi tres veces superior en mujeres que en hombres. Esta asimetría se explica por factores hormonales pero también por diferencias en la posición socieconómica de hombres y mujeres en nuestras sociedades y por otros factores sociales. Una mujer plenamente dueña de su vida gozará de una salud mental mucho más sólida.
La Unión Europea está obligada por sus tratados constitutivos a garantizar la protección de la salud humana como parte de todas sus políticas y a colaborar con los países miembros para mejorar la salud pública, prevenir las enfermedades humanas y eliminar las fuentes de peligro para la salud física y mental. Integrar plenamente las necesidades y las experiencias de las mujeres a la hora de definir las políticas públicas del sector sanitario es una responsabilidad tanto jurídica como social de TODOS los responsables políticos a escala europea y nacional. Lamentablemente, el panorama actual muestra que, por el momento, no estamos afrontando el problema adecuadamente.