10 Mar Najah y Zahed, hermanos después de las armas

«Esta historia me costó 17 años de mi vida. Yo tenía 18 o 19 años cuando la guerra entre Irak e Irán comenzó. Ella cambió nuestra vida. Yo era feliz. Tenía un restaurante en el que trabajaba 13 o 14 horas diarias.Me gustaba mi trabajo. Tenía una chica especial, nos queríamos. Cuando ingresé en el Ejército iraquí ella estaba embarazada. Le prometí que me casaría con ella cuando regresara, que me diera un par de meses», recuerda Najah Aboud. Tras luchar en la guerra, fue hecho prisionero y no fue liberado hasta el año 2000, más de una década después de que acabara. El conflicto se saldó con un millón y medio de muertos entre civiles y soldados de ambos bandos. «A nadie le gusta la guerrra, pero el dictador [Sadam Husein] nos dijo que si no ibamos nos mataría a nosotros y a nuestras familias. No tenía elección», recuerda este veterano, hoy asilado en Vancouver (Canadá), en el corto documental «My enemy, my brother» («Mi enemigo, mi hermano»).

Dirigido por la escritora y realizadora Ann Shin, es una pequeña cinta de 16 minutos que ha sido proyectada y laureada en algunos de los mejores festivales de cine del mundo y se quedó a un paso de ser finalista para los Oscar de este año. El pasado mes de enero fue presentada en Madrid, en la sede del Parlamento Europeo, por la eurodiputada Beatriz Becerra, como un ejemplo de que la cultura puede ser un instrumento que ayude a sensibilizarnos ante conflictos cuyas cifras de víctimas llenan titulares con tanta frecuencia que lo único que logran es la indiferencia de las conciencias. Un efecto que, alertan, ya sucedió durante la Segunda Guerra Mundial.

 

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Imagen: Pinterest

 

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