07 Nov Libres de Ebola
Artículo publicado en Diario Vasco el 7/11/2015
Hoy es un día de júbilo y esperanza para Sierra Leona, porque será declarada libre de ébola por la Organización Mundial de la Salud. Libre del miedo y el recelo. Libre de la parálisis y del aislamiento.
Si yo hubiera nacido en Sierra Leona, lo más probable es que no pudiera estar escribiendo esto, pues la esperanza de vida, a estas alturas de siglo, es de apenas 45 años. Pero tengo la enorme suerte de estar viva y de haber podido estar allí. Los cuatro miembros de la Comisión de Desarrollo del Parlamento Europeo que hemos visitado el país en estos últimos días habremos sido no solo los primeros y únicos, sino también los últimos eurodiputados que han visitado la región durante el brote más devastador de los últimos tiempos.
Todos sabemos ya que la gravísima crisis del ébola ha sido multifactorial. A la inacción estupefacta y la lenta reacción de la comunidad internacional en los primeros meses, se unió fatalmente la fragilidad de los sistemas de salud de los países afectados, la debilidad de los gobiernos tras años de conflictos armados, los intensos movimientos transfronterizos y los factores culturales, como los enterramientos. Todo ello contribuyó al fracaso en los controles epidémicos en una primera fase.
Desde el inicio del brote a finales de 2013, el EVD (Ebola Virus Disease) se expandió por África Occidental infectando a más de 28.000 personas. Han sido más de 11.300 las víctimas mortales en todo el mundo. Un altísimo índice de mortalidad que ha arrasado tres de los países más pobres del mundo: Sierra Leona, Liberia y Guinea, con más de un 80% de la población aún en la pobreza. La crisis humanitaria es de unas dimensiones gigantescas. Además de causar infección y muerte, el ébola ha exacerbado las necesidades alimentarias, de agua y saneamiento, de educación… y multiplicado los índices de mortalidad maternal e infantil, así como la reaparición de enfermedades vacunables como la malaria, al dedicarse los pocos recursos existentes a contener el virus y fallecer una gran parte del escaso personal sanitario disponible. Las mujeres y los niños, una vez más, han sido y son las mayores víctimas.
Porque el ébola no sólo te mata, sino que mata a los que amas, destruye a quienes te cuidan. Asola familias y comunidades completas como una sorda bomba doméstica. Aniquila los núcleos vitales.
El temor al contagio paralizó la esencia de la cotidianeidad africana: la vida social. Se impuso el toque de queda, se prohibieron los mercados, las visitas y los desplazamientos. Se cerraron las escuelas, los bares, restaurantes y hoteles. Las multinacionales desparecieron. Los agricultores redujeron la producción, las mujeres dejaron de poder vender los pocos productos que había, alumnos y maestros se quedaron en casa… El empleo cayó en picado y la economía se bloqueó.
En Sierra Leona se han contabilizado más de 8.500 infecciones y 3.500 muertes, 220 de ellas de profesionales sanitarios. El ébola ha estado a punto de malograr el futuro de un frágil país de algo más de 6 millones de habitantes que, tras años de guerra civil, había comenzado la senda de la reconciliación y el crecimiento. Aún pervive la sombra en los ojos de los supervivientes que han perdido tanto y a tantos. Llevan el duelo a cuestas, pero hemos podido ver lo que significa el abrazo de la comunidad. Lo que nos une más que la muerte es la vida. Hemos escuchado a los representantes de miles de voluntarios que, casa a casa, venciendo reticencias y atavismos, han llegado a un tercio de la población a base de compromiso, valentía y confianza. Hemos hablado con los supervivientes de pueblos asolados, que se ocupan entre todos de los huérfanos y rezan juntos sus oraciones musulmanas y cristianas. Hemos admirado a quienes han convertido la pérdida en una dinamo vital que los empuja a ponerse al servicio de los que han sufrido tanto o más que ellos mismos. Hemos discutido los planes de recuperación y la voluntad expresa de resurgimiento sostenible con el gobierno nacional y con los gobiernos locales, con las ONGs y con los Jefes Tradicionales, con directores y empleados de escuelas y hospitales, con especialistas sanitarios de los centros de control y tratamiento del virus, con la representación de la Unión Europea y con las agencias internacionales…
El olor a clorina me ha acompañado en el regreso a Europa, como un rastro en mis manos conectado directamente a la memoria más reciente. Tanto como los nombres que encarnan los mimbres sobre los que el país se va reconstruir. Porque Sierra Leona está llena de energía y de nombres propios. Tiene grabado a fuego el nombre de sus muertos, pero sobre todo el de los vivos: Abdullah, la alcaldesa Kamara, la doctora Schneider, Lucca, el hermano Michael, Jacob, Esmée, Mariam, Peter, Ibrahim…»Building Back Better»: reconstruir, para mejor, la frágil fortaleza sierraleonesa. Ésta es la idea fuerza que vertebra los planes de recuperación nacional y regionales, así como de la ayuda al desarrollo dedicada. El complejo escenario ha de ser abordado dentro del marco de la Agenda de Desarrollo Sostenible 2030, especialmente sobre los objetivos 3, 4, 5 y 16: Salud, Educación, Igualdad de Género y Buen Gobierno. Es imprescindible la introducción de la cobertura sanitaria universal pública y gratuita. En todo ello, la Unión Europea ha tenido y va a tener un papel crucial, con el compromiso de seguimiento y eficacia que nos hemos impuesto.
En la visita al extraordinario hospital de la Orden de San Juan de Dios en Lunsar, recordé con emoción a los médicos, pacientes, matronas y empleados que nos acompañaban las palabras del hermano Jesús Etayo, cuando recogió hace un par de semanas el Premio Princesa de Asturias de la Concordia 2015 y se lo dedicó a los dieciocho hermanos y colaboradores fallecidos en Liberia y Sierra Leona a causa del ébola: «Éste es un premio para que sigamos cuidando la fragilidad del mundo».
Pues sí, señores. La resiliencia era esto.
Beatriz Becerra
Diputada al Parlamento Europeo por UPyD
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