No hay Europa sin Grecia

01 Jul No hay Europa sin Grecia

Grecia.

Estas semanas Grecia es sinónimo de miedo en las conversaciones cotidianas.

Quien diga saber lo que ocurrirá en cualquiera de los escenarios que pueden presentarse después de la celebración del referéndum sobre las nuevas propuestas de los acreedores internacionales a Grecia, miente. Quien lo vea como una lucha mitológica entre el bien y el mal, se equivoca. Quien diga tener la solución mágica a esta situación, también.

Agua pasada no mueve molino

El euro, la moneda única de la Unión Europea y, posiblemente, uno de los mayores logros de la construcción europea, nació con defectos de origen, requiere, lo sabemos dolorosamente, «mayor integración fiscal», «unión bancaria» y «completar la unión monetaria».

Grecia falseó durante años sus cuentas y balanzas fiscales -con la eventual connivencia, en Goldman Sachs, donde trabajaba el presidente del Banco Central Europeo- para poder entrar en el euro.  Se aprobó la sustitución de la dracma por el euro antes de que Grecia estuviera preparada.

Grecia es consciente, además, de la forma inadecuada en la que ha llevado su contabilidad y que ha sido la base de sus políticas económicas en el pasado. Los grandes problemas económicos del país -corrupción endémica, prejubilaciones muy ventajosas, gasto militar desproporcionado, plantilla funcionarial sobredimensionada…- ya lastraban una economía poco competitiva antes incluso de la celebración de los Juegos de Atenas en 2004.

La crisis griega no es, pues, sólo cosa del euro.

Los griegos, llamados a las urnas

Greece

Balance de los dos rescates griegos: caída del 25% del PIB, reducción del 28% del empleo público, caída del 28,5% del consumo de alimentos, 61% de reducción media de las pensiones, 45% de pensionistas viviendo por debajo del umbral de pobreza, 26% de desempleo (más del 50% para los menos de 25).

El pasado viernes 27 de junio, los negociadores griegos abandonaron la mesa de negociaciones del Eurogrupo y el primer ministro anunció la convocatoria de un referéndum expres para someter a la ciudadanía griega las propuestas de la Comisión.

¿Chantaje? ¿Humillación? ¿Deuda?

Tsipras compareció ante los griegos anunciando que sometería a referéndum lo que él consideraba un «chantaje» por parte de sus acreedores. ¿Por qué?

A Grecia no se le ha dado todo el dinero que se acordó a cambio de importantes reformas -y recortes- estructurales que debían contribuir a paliar su precaria situación. Para desbloquear ese dinero, sus acreedores (el Banco Central Europeo, otros Estados miembros y el Fondo Monetario Internacional) requerían, entre otras cosas, nuevas reformas.

Para entender todas las implicaciones, hay que ir por partes.

El dinero de los rescates vienen de las haciendas públicas de otros Estados, es decir: de los impuestos de los ciudadanos.  Como España, sin ir más lejos, que ha contribuido con 30.000 millones de euros y que tiene una situación de precariedad laboral similar a la de Grecia.

Tsipras a quien pone entre la espada y la pared es a los propios griegos. Convocando un referéndum a matacaballo y presentándolo ante la ciudadanía como una elección entre la humillación y el chantaje o la dignidad, engaña a sus ciudadanos. Predisponiendo a los griegos juega él mismo al chantaje a la vez que se lava las manos ante su propia incapacidad de haber llevado unas negociaciones de manera correcta. Y es que Tsipras no ha negociado en nombre de los ciudadanos griegos, sino en el de su propio programa e ideología política.

El buen gobernante, el que de verdad antepone el bienestar de sus ciudadanos incluso a su propia ideología, no echa mano de maniobras arriesgadas y escurre el bulto.

El balance de los dos rescates griegos (el segundo, acordado en 2012), es demoledor: caída del 25% del PIB, reducción del 28% del empleo público, caída del 28,5% del consumo de alimentos, 61% de reducción media de las pensiones, 45% de pensionistas viviendo por debajo del umbral de pobreza, 26% de desempleo (más del 50% para los menos de 25).

Las políticas de austeridad no han funcionado: la deuda griega ha alcanzado un insostenible 180% del PIB, y los constantes recortes no contribuyen a estimular una economía que es menos competitiva aún de lo que ya era antes.

Ni Grecia debe ser Sísifo, ni los acreedores son dioses

greciaCuenta la Odisea que, como castigo por sus engaños, los dioses condenaron a Sísifo, rey de Éfira -Corinto-, a empujar una enorme piedra por la ladera de una montaña hasta hacerla llegar a su cúspide. Sin embargo, cada vez que la cima estaba cerca, la piedra se le escapaba de las manos y rodaba montaña abajo.

Grecia no debería ser Sísifo y, sin embargo, no es la primera vez que tiene que empujar la piedra (su economía) montaña arriba sabiéndose condenado a tener que volver a empezar.

Los acreedores de Grecia no deberían creerse legitimados o poseedores de la potestad para infligir semejante castigo a un Estado miembro.

Grecia es, ante todo, el conjunto de su ciudadanía. Sí, ha habido gobernantes irresponsables. Sí, se han falseado las cuentas. Sí, el gobierno actual ha negociado de forma agresiva y anteponiendo la ideología a las necesidades reales de sus ciudadanos. Pero la austeridad sin límites no va a solucionar el problema de la economía griega.

El nombre del país heleno siempre ha evocado intensas memorias en el imaginario colectivo. Grecia, madre de la democracia. Grecia, cuna del teatro. Grecia, escuela de filosofía.

Es hora de asumir que ni Grecia puede hacer frente a su deuda, ni los socios europeos volverán a ver parte del dinero prestado. Grecia debe entender que su sistema económico que hace aguas por todas partes.

El domingo los griegos pueden apostar por el «sí» a Europa, y las instituciones europeas deben ayudarles a salir adelante, iniciando por fin un ciclo virtuoso que ayude a salir a Grecia de la postración.