(Casi) todo sobre mi madre

13 Oct (Casi) todo sobre mi madre

 

Hoy me ha dado por recordar una película (bastante mala, por cierto), en la que Robin Williams, un solitario técnico de fotografía, se obsesiona de forma enfermiza por una familia a la que revela sus fotos. Tiene un comienzo que, para mí, es memorable: si sólo se nos conociera por las fotos que guardamos, parecería que somos siempre felices. Y, en efecto, solemos dedicar grandes esfuerzos a atrapar sólo esos raros momentos de felicidad (real o fingida) en las instantáneas que nos da por atesorar.

En estos días, en ese ejercicio habitual de recuerdo que acompaña al duelo, he revisado, cómo no, muchas fotos de mi madre. Sobre todo las que ella misma guardaba en un gran caos de fechas y protagonistas. Suyas y de aquéllos a los que, de algún modo, quería. Pero lo más emocionante o perturbador no ha sido, sin embargo, esa mezcla de sentimientos que te provocan las viejas fotos, sino encontrar junto a éstas, en una enorme caja, la gran cantidad de radiografías y resonancias que mi madre conservaba.

Acetatos oscuros con esas imágenes presentidas que sólo a veces acertamos a imaginar: la rotundidad de los huesos del hombro o el cráneo, las profundidades arborescentes del cerebro, el interior de los pechos vencidos, los pulmones menguantes. Docenas de ellas para tan sólo una docena de años, desde que empezó esa especie de tiempo de descuento marcado por una sorpresiva angina justo el Día del Pilar del 98.

Qué raros somos los humanos. Revisar, una por una, esa pila de radiografías de sus últimos años me ha traído una peculiar serenidad. Una especie de murmullo íntimo, revelador. Una sensación de cercanía y entendimiento inexplicables. Lo más probable es que todo tenga que ver con esa necesidad de haber hecho más, de haber sabido más, que nos inunda cuando muere alguien a quien amamos. Si ese alguien es tu madre, ay, amigo… la cosa se complica. Ya no hay nadie delante de ti en la fila. Lo que toca es recordarla.

Incluso a la mujer que no llegué a conocer, porque existió previamente a que yo llegara al mundo. La misma, sin embargo, que ya llevaba por dentro esas hechuras que hoy, más hondo que nunca, he vuelto a ver.