28 Nov El trabajo en el Parlamento Europeo y los retos de la UE

El pasado viernes Beatriz Becerra, eurodiputada de ALDE, asistió a la Universidad Carlos III para explicar a los alumnos su trabajo como eurodiputada. A continuación su discurso:

¿Qué hace un eurodiputado? ¿A qué dedica su tiempo? ¿Es cierto, como algunos dicen, que viven a cuerpo de rey sin apenas trabajar? Siento deciros que no os voy a dar una respuesta concluyente sobre este asunto. Como representantes públicos, los eurodiputados tenemos amplia autonomía. Si queremos trabajar, no nos falta materia. Si alguien quiere vivir del cuento, desgraciadamente puede hacerlo. Y aunque la mayoría de mis compañeros se toman en serio su labor, no voy a negaros que hay algunos que no lo hacen. Suelen estar –seguro que esto no os sorprenderá- en los grupos que más denuncian el supuesto parasitismo y despilfarro de la Unión Europea.

Dedicaré la primera parte de mi intervención a contaros mi trabajo en el Parlamento Europeo a través de las diferentes comisiones en las que estoy inscrita. La segunda tratará de los grandes retos que afronta la Unión Europea. Y cuando digo grandes me quedo corta: son gigantescos. Para muchos, la Unión es una institución envejecida y encerrada en su propio mundo, esperando que le llegue la hora. Algo así como Norma Desmond, la protagonista de la película de Billy Wilder El Crepúsculo de los Dioses. Yo, en cambio, creo que la Unión Europea es más bien como Peter Pan: un niño que lleva casi 60 años negándose a crecer. Y que ya no puede esperar más para hacerlo.

Tras este bloque, abriremos un turno de preguntas, intervenciones, dudas o lo que tengáis a bien plantearme. Haré lo posible por contestaros con la mayor claridad.

Quiero comenzar señalando que las decisiones que se toman en el Pleno son de suma importancia para la ciudadanía. El Parlamento Europeo tiene función legislativa, función presupuestaria y función de control político. Por lo tanto, todas las iniciativas que aprobamos en el Parlamento tienen una repercusión directa en todos nosotros.

Soy eurodiputada desde mayo de 2014 y miembro de ALDE Group, la Alianza de los Liberales y Demócratas por Europa.

Buena parte del trabajo de los eurodiputados se vincula a las comisiones parlamentarias. Las comisiones desarrollan las propuestas legislativas aprobado informes, presentando enmiendas para su aprobación en el Pleno y designando a un equipo negociador para mantener negociaciones con el Consejo sobre legislación de la UE. Voy a explicaros brevemente cómo funcionan las Comisiones Parlamentarias donde soy titular y el ámbito político de actuación de cada una de ellas. Actualmente soy Vicepresidenta de la Subcomisión de Derechos Humanos y miembro de otras tres Comisiones: Comisión de Desarrollo, Comisión de Derechos de la Mujer e Igualdad de Género y Comisión de Peticiones.

Lo primero que querría decir de la subcomisión de Derechos Humanos es que no debería ser una subcomisión, sino una comisión. Como subcomisión, su tarea es asistir la comisión de Política Exterior en asuntos relacionados con los Derechos Humanos, protección de las minorías y la promoción de valores democráticos en terceros países. El hecho de supeditar los derechos humanos a la  política exterior ya lanza un mensaje, a mi juicio, equivocado. Derechos Humanos debería ser una comisión en pie de igualdad con Exteriores. La UE tiene como función garantizar el respeto de los Derechos Humanos dentro de nuestras fronteras y como obligación promocionarlos también fuera de la UE. No olvidemos que la UE es el principal donante de derechos en el resto del mundo.

Dicho esto, para mí es un privilegio ser vicepresidenta de la Subcomisión de Derechos Humanos del Parlamento Europeo. La comisión cuenta con un instrumento clave. Se llama el European Instrument for Democracy and Human Rights (EIDHR). Cuenta con un presupuesto de 1.330.000.000 € para el periodo 2014-2020, y el 25% se emplea en las misiones electorales de la Unión Europea. Otro instrumento de esta Comisión es el Premio Sajarov, que este año, como os he comentado, ha sido concedido a Nadia Murad y Lamiya Aji Bashar, sobre las que volveré más adelante.

La subcomisión de DDHH es una especie de conciencia de las instituciones europeas. La comisión recibe o visita a personas y organizaciones que denuncian vulneraciones en cualquier país del mundo. Para estas personas y organizaciones, a menudo perseguidas, la subcomisión es una puerta a la Unión Europea. No es sólo un altavoz, también es un mecanismo para lograr el compromiso y lograr que ejerza su influencia.

Esta subcomisión me ha permitido conocer a algunas de las personas más valiosas y asombrosas del mundo. Recuerdo con gratitud conocer a Ivan Velasquez, que es el comisionado de la  Comisión Internacional contra la Impunidad en Guatemala, que es la que aglutina toda esa labor de defensa de la justicia transicional de una manera ejemplar.

La Comisión de Desarrollo y Ayuda Humanitaria se encarga del fomento, aplicación y seguimiento de la política de  desarrollo y cooperación de la Unión. La comisión programa y examina las acciones llevadas a cabo en el marco del Instrumento de Cooperación para el Desarrollo, el Fondo Europeo de Desarrollo (en estrecha cooperación con los parlamentos nacionales) y el Instrumento de Ayuda Humanitaria, así como todos los asuntos relacionados con la ayuda humanitaria en los países en desarrollo y las políticas que los sustentan.

A su vez hay dos aspectos que me gustaría mencionar: El 1) Consenso Europeo sobre Desarrollo, que define los elementos centrales de la política de desarrollo europea y 2) Fondo Europeo de Desarrollo Sostenible. Aún es pronto para avanzar datos de este nuevo fondo pero lo importante es que es un reglamento, por lo tanto el Parlamento está involucrado en el proceso de codecisión, que se espera contar con 44.000 millones de euros y que va a contar con 3 pilares: 1) inversión 2) ayuda técnica 3) supervisión medioambiental.

Por otra parte cuando hablamos de desarrollo desde la perspectiva internacional  tenemos que mencionar necesariamente de la Agenda de Desarrollo Sostenible 2030. Hoy por hoy es el único ámbito en el que se han comprometido los 193 de la ONU es con esta agenda. Para mí los pilares de esta agenda son cuatro: educación, sanidad, igualdad y buen gobierno, entendido como paz y justicia. Con estos cuatro pilares tenemos muy claro cuál es el ámbito de trabajo de desarrollo de esta comisión.

Me gustaría mencionar un aspecto que creo que es importante. Se suele comentar que la Comisión de Desarrollo ejerce el control de los fondos destinados a la ayuda al desarrollo pero no tiene instrumentos de sanción o de paralización de políticas. Un ejemplo claro es Eritrea. Es necesario seguir avanzando hacia una mayor democratización de las instituciones.

La Comisión de Derechos de la Mujer e Igualdad de Género es la encargada de definir, fomentar y  proteger los derechos de la mujer en la Unión y las medidas de la Unión conexas;   el fomento de los derechos de la mujer en terceros países;   la política de igualdad de oportunidades, eliminación de toda violencia o discriminación, etc. En este sentido creo que en la UE nos enfrentamos a varias cuestiones relacionadas con la desigualdad de género, pero el problema grave que debemos solucionar es la violencia. En mi opinión debe combatirse con medidas legales, sociales, educativas y policiales. Es algo que está completamente relacionado y no se puede hacer lo uno sin lo otro.

Me gustaría destacar un aspecto importantísimo del que yo me siento especialmente satisfecha y que es la firma y ratificación del Convenio de Estambul por parte de la UE y los Estados miembros. Se trata de la primera herramienta legalmente vinculante que contempla de manera integrada la lucha contra la violencia de género y doméstica. Por primera vez obliga a los Estados que se adhieran a cumplir una serie de obligaciones vinculantes en materia de lucha contra la violencia de género. Tras una intensa campaña de presión, la Comisión Europea anunció hace apenas unos meses su intención de firmarlo y ratificarlo. Es todo un logro. Aun así faltan varios países para ratificar este Convenio.

Otro aspecto importante es el acceso de la mujer a puestos de responsabilidad. El 60% de titulados son mujeres y el acceso a los puestos de trabajo se ha incrementado. Pero esto no ha ocurrido con los puestos de dirección y los consejos de administración. Creo que violencia de género, directiva de maternidad y mujeres en consejos de administración son los retos que deberíamos resolver, o al menos avanzar, en esta legislatura.

Por otra parte, me gustaría mencionar la lucha contra la radicalización, algo a lo que dedico buena parte de mi trabajo. El papel de las mujeres es crucial por varios motivos:

En primer lugar, porque cada vez hay más mujeres yihadistas. En segundo lugar, porque los hombres yihadistas necesitan mujeres para sentirse guerreros, y por eso DAESH les reserva un papel central en su modelo totalitario de sociedad. En tercer lugar, porque las mujeres tienen un papel crucial para evitar la radicalización en aquellas comunidades y grupos en las que se produce.

En este sentido me gustaría detenerme para hablarles del proyecto que estoy impulsando en la UE: AWARE.

AWARE significa “consciente”, pero es también el acrónimo de Alliance of Women Against Radicalisation and Extremism. AWARE es la primera red europea de mujeres contra la radicalización. Una plataforma pionera de intercambio, promoción y difusión de las  iniciativas europeas actuales y futuras contra la radicalización vertebrada en torno al papel de la mujer en este proceso que nos involucra a todos. Y no es que lo diga yo, es que lo ratifican las instituciones europeas. Hace apenas unos días, el Comisario Avramopoulos, responsable de Interior, reconocía en respuesta a una pregunta parlamentaria mía que el papel de la mujer en el proceso de radicalización es esencial. Creo que se han entendido de sobra las razones.

Desearía dedicar unas palabras a destacar el esfuerzo, dedicación y liderazgo de algunas de las admirables mujeres que me acompañan en este empeño y forman ya parte de la red AWARE. Mujeres como Miriam González, Nikita Malik, Christianne Boudreau, Teresa Viejo, Dawn Engle, Charo Izquierdo… que, desde sus diferentes ámbitos de trabajo y competencia, dedican una gran parte de su vida a luchar contra la radicalización y el extremismo. Pueden ustedes conocerlas entrando en EUaware.eu. Entre ellas está la joven yazidí Nadia Murad. Ella no solo ha sido una de las miles de víctimas de la brutalidad y la barbarie yihadista, secuestrada, violada, humillada, comprada y vendida como esclava sexual de Daesh durante meses tras ver cómo asesinaban a sus padres y a seis de sus hermanos. Nadia decidió que no quería ser una víctima, sino un agente de cambio y sacudir a un mundo paralizado. Con su dolor a cuestas, como portavoz de todas las víctimas de la minoría yazidí y defensora de los derechos humanos y del derecho internacional, Nadia no ha dejado de dar la cara y levantar su voz ante todas las instancias que imaginarse puedan: Naciones Unidas, Gobiernos, Parlamentos, Senados, asambleas del mundo entero… Y tiene un objetivo claro: llevar el genocidio yazidí ante el Tribunal Penal Internacional de La Haya. Me siento muy orgullosa de haber presentado y promovido su candidatura al Premio Sájarov de este año, que acabamos de concederle en el Parlamento Europeo.

La Comisión de Peticiones se encarga de gestionar aquellas peticiones de ciudadanos europeos que creen que se han visto vulnerados sus derechos. En la Comisión tenemos un acceso directo a esas demandas de los ciudadanos. En el caso de España somos el segundo país, detrás de Alemania, cuyos ciudadanos más peticiones elevan. La mayoría tienen que ver con legislación medioambiental, protección de la seguridad jurídica, vulneración de derechos fundamentales, acceso a la salud, etc. En este sentido es una oportunidad extraordinaria para conocer y ayudar de forma directa a resolver los problemas de los ciudadanos. Una de las últimas peticiones que hemos debatido en la Comisión ha sido la de un grupo de ciudadanos españoles que solicitaban eliminar el derecho al voto rogado en las elecciones. Se trata de un procedimiento largo y burocrático que tiene como resultado es que miles de ciudadanos españoles en el extranjero se quedan sin votar por lo costoso que resulta tramitar el ejercicio del voto. Puede que alguno de vosotros lo haya sufrido, o que conozcáis a quien lo ha sufrido.

Me gustaría aprovechar este momento para reivindicar la labor de esta Comisión. Como sabéis la semana pasada hubo en España una polémica cuando Fernández Díaz, el ex ministro de Interior, fue nombrado presidente de la Comisión de Peticiones del Congreso de los Diputados. No sólo se entendió como un destierro a un hombre al que nadie quería ver en ninguna parte, sino que esta Comisión fue tratada como una “María”. Esto es lo preocupante porque la Comisión de peticiones, sea en España o en la UE, nunca es un destierro. Es un canal con los ciudadanos, es una vía de participación política.

Hablar de la crisis de Europa a estas alturas es casi un lugar común. Después de casi 60 años de poner en marcha este proyecto, ya nadie duda de que estamos en una encrucijada. La Unión se encuentra cuestionada y acosada desde dentro y desde fuera, desde la derecha y desde la izquierda, desde los mercados y desde la política. Los que queremos más unión no encontramos la forma de articularla; los que quieren liquidarla van ganando terreno. En mi opinión Europa se enfrenta a tres grandes desafíos: 1) El nacionalismo y el populismo 2) La política exterior, como símbolo de la falta de unión política 3) La lucha contra el fanatismo yihadista.

El primer reto que me gustaría mencionar es el auge de los nacionalismos y populismos en la UE. Miremos un momento hacia atrás, a la Europa devastada de 1945. Las dos guerras mundiales del siglo XX no fueron en realidad una excepción, sino dos episodios más en la historia de un continente en el que la guerra era una forma común de resolver los conflictos entre países. Las dos guerras mundiales, simplemente, batieron el récord de destrucción y muertes. Fue recordando estos hechos cuando el presidente francés François Miterrand pronunció su célebre frase: “el nacionalismo es la guerra, Europa es la paz”. La mayoría de los populismos que tan crecidos están en Europa (y también en Estados Unidos) son de tipo nacionalista y xenófobo: Le Pen en Francia, Wilders en Holanda, Farage en Reino Unido… El Brexit ya ha sucedido y Trump ha ganado. Ya nadie se atreve a decir que es imposible que el Frente Nacional gane en Francia. Este populismo de derechas odia abiertamente la Unión Europea y quiere que desaparezca. No lo disimulan.

En el sur de Europa encontramos un populismo diferente. No es abiertamente eurófobo, pero culpan a las instituciones europeas de muchos de los problemas de los ciudadanos, olvidando que estas mismas instituciones han sido responsables de una buena parte del desarrollo económico y social de países como España. Estos populismos también hablan mucho de “recuperar la soberanía”, olvidando que quienes toman las decisiones en Bruselas o Estrasburgo son dirigentes elegidos democráticamente. A veces hacen discursos incendiarios y amenazan con abandonar el euro. Luego, cuando llegan al poder, quedan en papel mojado. Por ejemplo Syriza, ahora indistinguible de sus predecesores del PASOK y Nueva Democracia.

¿Funciona todo bien con el euro? Es evidente que no. Pero si lo que se pide es abandonarlo el mensaje es claro: Europa no debe ser nunca un Estado, la unión es imposible, y por tanto, olvidémonos de la igualdad entre ciudadanos europeos. No olvidemos nunca que aunque la Unión nació como un proyecto para la paz, pronto se convirtió en un proyecto para la igualdad.

El segundo reto que se enfrenta Europa es la política exterior y de seguridad. El Tratado de Lisboa creó el cargo de Alto Representante de la UE para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad. Este cargo busca dar una mayor coherencia, influencia y visibilidad a la UE en materia exterior.

Como decía al comienzo, Europa es un niño que no se ha decidido a crecer. Desde el año 1957 en que se firmó el Tratado de Roma, el mundo ha cambiado enormemente. La Unión Soviética y el bloque comunista se vinieron abajo. China y otros emergentes irrumpieron como potencias o países relevantes. La globalización se aceleró. Internet cambió nuestras vidas.

Alemania, Francia, Países Bajos o España fueron potencias políticas hace siglos, pero ya no volverán a serlo. Si queremos influir, si queremos defender nuestros valores y nuestros intereses, debemos actuar unidos. Pero la Unión sigue con unas estructuras políticas de la posguerra, con un Consejo de Europa formado por los gobiernos de los Estados Miembros que está al fondo de todas las decisiones. Durante estas seis décadas, cuando Europa ha tenido problemas de seguridad ha llamado al tío Sam. Bien, pues el tío Sam acaba de poner a Trump al frente. Y Trump ha cuestionado la OTAN y la política exterior llevada a cabo por sus predecesores. Esto sólo será una amenaza si seguimos como hasta ahora. Pero si nos sirve para articular una verdadera política de defensa y de seguridad común, el siglo XXI podría ser, como dijo Tony Judt, el siglo de Europa. Y no olvidemos lo que representamos para el mundo. Frente al modelo desregulado de Estados Unidos y frente al capitalismo autoritario chino, Europa es la esperanza social y humanitaria, por mucho que ahora nos cueste reconocerla como tal.

Por otra parte dentro de la política exterior, como comprenderán, el mayor reto al que se enfrenta la UE es la crisis de refugiados. El problema de los refugiados es, sin duda, un problema de la UE. La gestión de la crisis de refugiados por parte de la Unión Europea está siendo un desastre. Evidencia, como en el caso del Brexit, la parálisis que sufre la UE. Es nuestra responsabilidad frenar esta catástrofe humana. Cada minuto se está violando el principio de no devolución. Lo viola Turquía expulsando en masa a refugiados sirios, incluido niños y embarazadas; lo viola también Turquía obligando a regresar a los refugiados sirios LGTBI a países donde sufren la amenaza del ISIS y donde la ley siria considera la homosexualidad un delito y es castigada con prisión. Pero también se viola en nuestro país. Recordemos lo ocurrido el pasado septiembre cuando decenas de adolescentes subsaharianos fueron salvajemente agredidos en la valla de Melilla, para luego ser deportados sin ninguna garantía y sin someterse a ningún tipo de identificación.

Precisamente a comienzos de noviembre visité varios campos de refugiados en Grecia. La conclusión a la que llegué es que no hay nada más destructivo para los refugiados que la falta de perspectiva y la incertidumbre. En este caso las cifras son alarmantes. Cerca de 66.000 refugiados están retenidos en Grecia a la espera de ser reubicados o ser expulsados a otros países. Además el número de menores no acompañados ha pasado de 477 a 891 y la acogida de niños debería ser una prioridad para todos los gobiernos de la Unión Europea. Lo que ví en Grecia es una situación dramática. Zonas supuestamente de acogida provisional se han convertido en instalaciones fijas que afrontan el invierno sin reunir las condiciones mínimas.

Como he dicho antes la UE debe tomar las medidas necesarias dentro su ámbito de actuación para hacer frente a este fenómeno: asilo acogimiento, tratado de Dublín, tarjeta azul para trabajadores, etc. Pero también es el desarrollo en los países de origen.

El tercer reto es, obviamente, la lucha contra el terrorismo y fanatismo yihadista. El terrorismo se define por el uso sistemático del terror para lograr objetivos políticos, presionar y coaccionar sociedades y gobiernos e imponerles condiciones. No cabe duda que tenemos que activar todos los mecanismos de seguridad y prevención para combartirlo de forma coordinada y unificada, porque es la libertad, igualdad y fraternidad lo que está en peligro. La investigación sigue en curso pero hemos de ser cuidadosos, porque el estado de emergencia mental en que vivimos por la amenaza terrorista global puede llevarnos a un bloqueo contraproducente, que acabe por sumirnos en un miedo absoluto, difuso e indiscriminado. Por eso, la pregunta que nos hacemos y que nos atormenta es: ¿Puede Europa vencer al terrorismo? Yo creo que sí, desde luego. Pero necesitamos sin demora tres cosas: 1) una política exterior y de seguridad única 2) un servicio de inteligencia europeo conjunto y eficaz. 3) políticas europeas comunes para prevenir, detectar e intervenir en los procesos de radicalización.

En conclusión, ser eurodiputada es una magnífica ocasión para conocer a fondo y desde dentro los problemas y retos en los que se encuentra la UE. Cumplir tu función de servicio público es representar a todos los ciudadanos, no solo a los ciudadanos españoles que fueron los que me votaron sino a todos, los 500 millones de ciudadanos. En el Parlamento Europeo hay un elemento clave que es la negociación, el consenso, sacar adelante proyectos  e iniciativas que pueden cambiar las normas legislativas y promover iniciativas que propician para la mejora de la calidad de vida de los ciudadanos.

Y dentro de estas iniciativas es imprescindible hacer reformas en la UE. También tendremos que hacer un mayor esfuerzo por explicar los beneficios, materiales e inmateriales, que el proyecto europeo ha traído a 500 millones de ciudadanos. Tendremos que recordar por qué se construyó Europa, qué era lo que teníamos antes y los riesgos a los que nos enfrentamos todos si liquidamos el proyecto. Unos riesgos que no sólo se miden en puntos del PIB, por cierto. Es evidente que los europeístas debemos hacerlo mejor. También tenemos que estar unidos frente a populistas y nacionalistas, que son los verdaderos adversarios. Y nunca debemos dar la espalda a los problemas reales, si no queremos que los vendedores de humo se lleven el gato al agua.