Niños afortunados, niños infelices

22 Abr Niños afortunados, niños infelices

Hemos conocido recientemente las conclusiones de una investigación desarrollada por Unicef cuyo objetivo era medir la calidad de vida de los jóvenes entre 11 y 15 años en 29 países industrializados. El estudio se realizó sobre 176.000 niños y jóvenes, a quienes se pedía que describieran sus vidas en sus propios términos.

En Alemania, Unicef entrevistó a 5.000 muchachos. Su percepción fue tan negativa y pesimista que, en esa categoría, Alemania descendió al puesto 22 en el ranking de insatisfacción juvenil (en 2007, Alemania, el país con la economía más robusta de Europa, ocupaba el 12° lugar). Más del 14% de los encuestados se declaró infeliz o, por lo menos, insatisfecho consigo mismo y con la situación en que vive.

Comparados con los jóvenes de otras décadas, los de hoy tienen, en general, una calidad de vida más alta que la de la generación anterior: mejor salud, mejor formación académica, mejor educación sexual…

Según el presidente de la Federación Alemana de Maestros y Profesores, Joseph Kraus, “el entorno de los jóvenes los convence de que tienen demasiado estrés y eso los hace infelices, cuando en realidad tienen poco de qué quejarse… es un fenómeno de la sociedad del bienestar, el resultado de una pedagogía del mimo y la sobreprotección”.

Ciertamente, la proliferación de familias con un solo descendiente ha podido propiciar un estilo de crianza basado en la sobreprotección; pero también es cierto que ese modelo es generador de aislamiento y soledad. Adicionalmente, nos encontramos con un hecho cierto: la pobreza infantil es un fenómeno creciente en los países más desarrollados, sobre todo en la depauperada Europa.

La infelicidad sostenida, la desesperanza extrema, la sufren también las criaturas que creemos que, como tienen de todo, no pueden quejarse de nada. También los mimados, los estudiosos, los consentidos; los que nos parecen tan sociables, despreocupados, integrados… Cada uno percibe su grado de felicidad o desdicha de un modo estrictamente individual: es una percepción subjetiva, una formulación individual de la propia realidad. Por eso debemos tener los ojos abiertos y las alertas bien puestas. Huir de los clichés es esencial para afrontar nuestra responsabilidad de detectar situaciones indeseables y ponerles remedio en la medida de nuestras posibilidades.

Que uno de cada cuatro niños en España esté en riesgo de pobreza es una situación que, sin duda, se puede evitar.

La pobreza infantil es uno de los indicadores más significativos del interés político y social de un país por sus niños. Más de 2.200.000 niños están por debajo de umbral de la pobreza en nuestro país, y su número ha aumentado en más de un 10% durante la crisis. Es el momento de pasar a la acción, y exigir a los responsables políticos y las administraciones públicas que cumplan estos compromisos con los niños en España.

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